En base a las enseñanzas de los maestros Thorwald Dethlefsen y Rudiger Dahlke en la Enfermedad como Camino, un método para el descubrimiento profundo de las enfermedades, nos disponemos a entrar en este maravilloso mundo de la enfermedad.
La infección es una de las causas más frecuentes de enfermedad en el cuerpo humano, la mayoría de los sintomas agudos son inflamaciones. En la terminología latina, la terminación itis revela proceso inflamatorio: Colitis, Hepatitis, Gastritis, Otitis, etc.
Todo proceso inflamatorio se trata de una «guerra en el cuerpo», bacterias, virus, toxinas son atacadas por el sistema de defensas del cuerpo, batalla que se experimenta con síntomas como: hinchazón, enrojecimiento, dolor, fiebre. Si el cuerpo vence los agentes infiltrados, se dice que se ha vencido la infección, si ganan los invasores, el paciente muere. Nótese como se muestra la relación entre la analogía inflamación y guerra.
En el lenguaje habitual podemos referirnos a conflictos armados al mencionar: La situación se inflama, se prende fuego a la mecha, la ciudad quedó envuelta en llamas. Así, con tanto combustible en cualquier momento se produce la explosión, mediante el cual se descarga lo acumulado, tal como observamos no solo en la guerra, sino también en nuestro cuerpo cuando se nos revienta un grano.
Trasladando la analogía al plano psíquico, tambien una persona puede explotar, tratando de liberarse de un conflicto interior por medio de una acción emotiva.
De esta forma, los autores nos guian por un viaje donde se contemplan los tres planos: Mente-Cuerpo-Naciones con su respectiva analogía en Conflicto-Inflamación-Guerra la cual encierra la clave de la enfermedad.
La polaridad de nuestra mente nos coloca en un conflicto permanente, obligándonos a decidirnos, renunciar a una posibilidad para realizar la otra. Aún en el decidir no hacer nada o no pensar nada, está implicito el polo hacer y pensar. De esta forma, siempre estamos incompletos. La verdad es que los conflictos están ahi, lo queramos o no, y les es indiferente si queremos percibirlos o no. Es cuando el individuo no está dispuesto a tomar conciencia de sus conflictos, asumirlos y buscar solución, cuando estos pasan al plano físico, manifestándose como inflamación.
Toda infección es un conflicto materializado, lo que nos negamos a afrontar en la mente, con todos sus dolores y peligros, se plantea en el cuerpo en forma de inflamación.
Los autores examinan el proceso de la enfermedad en los 3 planos: Inflamación-Conflicto-Guerra.
En este primer encuentro, penetran los agentes (Bacilos, virus, venenos-toxinas). Esta penetración depende de la predisposición del cuerpo a admitirlos. El problema de la infección no conciste tanto en la presencia de agentes como en la facultad de convivir con ellos, lo cual aplicado al plano mental, no se trata que el ser humano viva en un mundo libre de gérmenes, es decir, de problemas y conflictos, sino de que sea capaz de convivir con ellos. Así, el que no quiere abrir la mente a un conflicto que le perturbaría, deberá abrir el cuerpo a los agentes infecciosos.
Contemplando la batalla desde otro ángulo. El cuerpo es expresión visible de la conciencia como una casa es expresión visible del arquitecto. Cada parte y cada órgano del cuerpo corresponde a una determinada zona psíquica, una emoción y una problemática determinada. Se comenta que el carácter no se hereda ni es configurado por el entorno sino que es «aportado»: es expresión de la conciencia, es lo que se ha encarnado.
El loci minoris resistentiae (debilidades congénicas) es el órgano que siempre debe asumir el proceso de aprendizaje en el plano corporal cuando el individuo no presta atención al problema al problema psíquico que corresponde a dicho órgano.
Vemos entonces como en esta primera fase, los agentes penetran en el cuerpo, correspondiente en el plano psíquico al reto que supone un problema, si nuestras defensas funcionan muy bien, el impulso no llega a nuestra conciencia, somos inmunes al desafío, y por lo tanto a la experiencia y al desarrollo. Por otro lado, si renunciamos a la defensa de la conciencia, la inmunidad física se mantiene, pero si nuestra conciencia es inmune a los nuevos impulsos, el cuerpo quedará abierto a los atacantes.
En la guerra esta primera fase del conflicto corresponde a la penetración del enemigo en un país (violación de la frontera). Donde el ataque atrae sobre los invasores toda la atención política y militar, todos los esfuerzos se dirigen al foco del conflicto, lo que en lo corporal se llama fase de exudación.
Los atacantes se han introducido y forman un foco de inflamación. De todas partes afluye el líquido y se experimenta hinchazón de los tejidos y tensión. En el plano psíquico también aumenta la tensión, toda nuestra atención se centra en el problema, no podemos pensar en otra cosa manteniéndonos completamente alertas al problema. Alimentamos el problema, lo hinchamos hasta sea capaz de inmovilizar todas nuestras fuerzas psíquicas.
El organismo empieza a trabajar, fabricando anticuerpos para cada tipo de atacantes, los linfocitos y los granulocitos construyen una pared alrededor de los atacantes, los cuales empiezan a ser devorados por los macrófagos… En el plano corporal, la guerra está en su apogeo: Los enemigos son rodeados y atacados, si el conflicto no se puede resolver localmente, se impone la movilización general: Todo el país va a la guerra, lo que provoca la siguiente fase: Fiebre.
Las fuerzas defensivas destruyen a los atacantes, y los venenos que con ello se liberan producen la reacción de la fiebre, donde hay una subida de la temperatura como respuesta del cuerpo al ataque. Por cada grado de fiebre el cuerpo intensifica los procesos defensivos, la intensidad de la fiebre es inversamente proporcional a la duración de la enfermedad. De aquí se desprende la importancia de no utilizar antitérmicos, a no ser que sea estrictamente necesario para preservar la vida.
En el plano psíquico el conflicto tiene toda nuestra atención y energía. Lo más saludable aquí es afrontar los conflictos, a pesar de lo cual la gente trata de bajar la fiebre y de sofocar los conflictos y de reprimirlos.
Si ganan las defensas del cuerpo poniendo en fuga a una parte de los agentes extraños e incorporando a los demás. Estas bajas constituyen la pus. Los invasores abandonan el cuerpo transformados y debilitados.
Ahora el cuerpo posee información sobre el enemigo (inmunidad específica) y sus defensas se han entrenado y robustecido (inmunidad no específica). Desde el punto de vista militar, se supone el triunfo de uno de los contendientes. El vencedor sale del conflicto fortalecido, ya que ahora conoce al adversario y puede estar preparado.
Vencen los invasores, el paciente muere.
Ninguna de las partes consigue resolver el conflicto a su favor. De produce un compromiso entre atacantes y defensas: Los gérmenes permanecen en el cuerpo sin vencerlo, matarlo, pero sin ser vencidos por él. Es lo que se llama enfermedad crónica.
En esta fase el individuo queda cuarteado, deberá emplear más energia para mantener a raya al invasor, se siente abatido, cansado, apático. No está ni enfermo ni sano, ni en guerra ni en paz. En lo psíquico este compromiso supone un sacrificio que genera ansiedad.
Al igual como el cuerpo sale de toda infección fortalecido, así la mente sale más despejada, ha aprendido que al enfrentarse con los polos opuestos uno tras otro ha ampliado fronteras y se ha hecho más conciente. Cada conflicto superado nos permite afrontar mejor los problemas. Todo lo nuevo exige la muerte de lo viejo, así como los grandes focos de infección suelen dejar cicatrices en el cuerpo, así también en la psique quedan cicatrices que, al mirar atrás, vemos como profundos cortes en nuestra vida.
Es sabido que en un niño, al salir de una enfermedad dá un salto en su desarrollo, no siendo este el mismo de antes, este niño ha crecido. El ser humano sale cada vez más maduro de cada conflicto.
Se desprende que la guerra, el conflicto, la tensión entre los polos genera energía vital, asegurando el progreso y el desarrollo.
Vivimos en una época y en una cultura enemigas de los conflictos, donde el individuo trata de evitar los conflictos en todos los campos sin advertir que esta actitud impide la toma de conciencia.
Aclaran los autores que aunque han tomado el tema de la estructura del conflicto y la inflamación en paralelo, una y otra no pueden discurrir paralelamente en el ser humano. Lo más frecuente es que uno de los planos sustituya al otro. Así, si un impulso consigue vencer las defensas de la conciencia y de este modo hacer que el ser humano tome conocimiento de un conflicto, el proceso resolutivo esquematizado tiene lugar únicamente en la conciencia del individuo y, generalmente, la infección somática no se produce.
Entendiendo que la inflamación es el conflicto manifestado en el plano material. Quien no se permite estallar psíquicamente, algo le estalla en el cuerpo (un absceso).
Aquí se llega al punto de los antibióticos del griego: anti (contra), bios (vida), los antibióticos son entonces sustancias dirigidas contra la vida.
Toda represión de un conflicto es un ataque a la vida en sí. Las inflamaciones representan unos procesos resolutivos agudos y rápidos que, por medio de la superación, eliminan toxinas del cuerpo. Si cortamos estos procesos con antibióticos, las toxinas se almacenarán en el cuerpo lo cual determina el incremento de posibilidades para el proceso canceroso.
Igual mal ocurre con la vacunación, al realizarse la inmunización activa se inoculan agentes debilitados, a fin de estimular al cuerpo a fabricar anticuerpos por sí mismo. En el terreno psíquico, este método equivale al ensayo de resolución de conflictos hipotéticos (Terapias de grupo por ejemplo). Donde se trata de aprender y asimilar estrategias en casos leves, que capaciten al ser humano a tratar los conflictos más serios con mayor eficacia.
Entre el tratamiento coporal y psíquico de un problema se establece un ritmo. Si el problema no puede ser resuelto en la conciencia, entra en funciones el cuerpo, escenario material den el que se dramatiza de forma simbólica el problema no resuelto. La experiencia recogida , una vez superada la enfermedad, pasa a la conciencia. Si, a pesar de las experiencias recogidas, la conciencia sigue siendo incapaz de captar el problema, este volverá al cuerpo, para que siga generando experiencias prácticas. Hasta que la conciencia pueda resolver definitivamente el problema o conflicto.
Vuelve a aclarar el autor que es en la conciencia donde se resuelven las enfermedades y no en el cuerpo. Aunque toda la medicina académica se orienta hacia ese objetivo, todos miran fascinados los procesos fisiológicos y tratan de curar la enfermedad en el plano corporal.
Debemos mencionar el ejemplo que utilizan los autores para aclarar el proceso mental y como es la conciencia la que se encarga de la resolución de los problemas:
Un colegial tiene que aprender a calcular mentalemente. Le ponemos un problema. Si no puede resolverlo mentalmente le damos una tabla de cálculo (materia). Él proyecta el problema en la tabla y, por este medio (y también por la mente) halla el resultado. A continuación le ponemos otra cuenta, que debe resolver sin la tabla. Si no lo consigue, volvemos a darle el medio, y esto repite hasta que el niño ha aprendido a calcular mentalmente y puede prescindir de la ayuda material de la tabla. En realidad, la operación se hace siempre en la mente, nunca en la tabla, pero la proyección del problema sobre el plano visible facilita el aprendizaje.
Concluyen los autores cerrando el capítulo de la infección con unas preguntas, para personas propensas a inflamaciones que tratan de rehuir los conflictos.
Conviene preguntarse:
1. ¿Qué conflicto hay en mi vida, que yo no veo?
2. ¿Qué conflicto rehuyo?
3. ¿Qué conflicto me niego a reconocer?