¿BUENA SUERTE O MALA SUERTE?

En un remoto tiempo el caballo único de un sabio anciano se soltó de donde estaba atado y se perdió en el bosque… La gente del lugar acudió presurosa a consolar al anciano por su pérdida: “¡Pero qué desgracia haber perdido tu único caballo, tan necesario para los trabajos de tu casa y de tu tierra! ¡Qué pena! ¡Qué mala suerte!”. El sabio anciano les contestó, tranquilamente: “¿Será mala suerte o será buena suerte? ¡Eso sólo Dios lo sabe! ¡Estoy en Sus Manos y en Él confío!”. La gente no entendió la respuesta del anciano y regresaron a sus casas pensando que el pobre había quedado mal de la cabeza ante la pena de su pérdida…

A los tres días, la gente miraba sorprendida como el caballo de aquel anciano regresaba, pero ¡acompañado de cuatro caballos salvajes que se le habían unido en el bosque!… Corrieron presurosos a felicitar al anciano por sus nuevas posesiones: “¡Pero qué fortuna que tu caballo haya regresado, y con cuatro más de ganancia! ¡Qué alegría! ¡Qué buena suerte!”. Y el sabio anciano les contestó otra vez, muy tranquilamente: “¿Será buena suerte o será mala suerte? ¡Eso sólo Dios lo sabe! ¡Estoy en Sus Manos y en Él confío!”. Nuevamente sin entender su respuesta, la gente regresó a sus casas…

A los tres días el joven hijo único de aquel anciano estaba tratando de domar a los nuevos potros, cuando uno de ellos lo lanzó por los aires y al golpear contra el suelo se rompió una pierna… La gente del lugar fue a ver al anciano apresuradamente para darle ánimos por el accidente: “¡Pero qué fatalidad te trajeron esos nuevos caballos! ¡Mira que dejar incapacitado tu hijo único, tu único apoyo y sostén! ¡Qué desgracia! ¡Qué mala suerte!”. Y, claro, ya saben, aquel sabio anciano les respondió nuevamente, con toda tranquilidad: “¿Será mala suerte o será buena suerte? ¡Eso sólo Dios lo sabe! ¡Estoy en Sus Manos y en Él confío!”. Y otra vez, desconcertados, regresaron a sus casas…

A los tres días se desató la guerra en aquella región. Todos los jóvenes sanos tendrían que alistarse obligatoriamente. Siendo un país pequeño y pobre, los jóvenes irían a una muerte casi segura. En el pueblo de nuestra historia sólo un joven no iría a la guerra: ¡el que tenía la pierna rota!… La gente, llorando,  acudió a ver al anciano: “¡Qué desgracia para nosotros y qué buena suerte la tuya! ¡Tu hijo lastimado será el único joven de este pueblo que librará la muerte y estará sano y salvo! ¡Qué mala suerte la nuestra! ¡Qué buena suerte la tuya!… Y aquel anciano sabio les abrazó y les dijo, con palabras pacíficas, tratando de que su corazón comprendiera y descansara: “¿Será mala suerte o será buena suerte? ¿Será buena suerte o será mala suerte? ¡Eso sólo Dios lo sabe! ¡Pongámonos en Sus Manos y en Él confiemos!”…

La historia podría continuar sin fin. Una historia como la mía y como la tuya. Elegimos sufrir en lugar de elegir la paz. Elegimos la euforia en lugar de elegir la paz. Elegimos estar en nuestras manos, en lugar de elegir estar en Sus Manos…

Nada de lo que nos sucede está fuera de Su Corazón. ¡Pongámonos en Sus Manos y en Él confiemos!…1

¿Será, pues, “mala suerte” lo que te pasa hoy… o lo que te pasó ayer… o lo que te pasará mañana? ¿O será buena suerte? ¡Eso sólo Dios lo sabe! ¡Ponte en Sus Manos y en Él confía! Deja de “elegir sufrir en lugar de elegir la Paz. Deja de elegir la euforia en lugar de elegir la Paz”…

Basada en un cuento de Anthony de Mello, SJ…
Tema 4.4, El sufrimiento como fuerza Homeopática.
Maestro: Alvaro Siérra Máyer
Comunidad, Universidad & Hospital REMAD.